El joven fenómeno belga se lleva la Vuelta a Burgos en una jornada en la que el ciclista alavés demuestra su buen estado de forma y acaba segundo | Sosa se lleva el triunfo de etapa por tercer año consecutivo
El epílogo de la Vuelta a Burgos se resume en diez kilómetros, los que privaron a Ángel Madrazo de dar la campanada después de haber rodado en cabeza junto a Navarro, Nicolau, Martin, Fernández Cruz y Livynser, desde el kilómetro treinta, para quedarse más solo que la una a las faldas de Las Lagunas de Neila. Y, por encima de todo, los que encumbraron a Remco Evenepoel hacia el futuro, después de apechugar con la presión de todo un batallón de 'gallos' para apuntalar su liderazgo en la montaña que, lejos de extrañarle, le reconoce ya como uno de los suyos.
Había mucho en juego. E intereses encontrados. Jumbo se había encargado de imponer el ritmo de caza, primero, y de asalto al maillot morado, después, con la aquiescencia de otros equipos que jugaban a sacar tajada de esa pelea. Ineos, Groupama, en última instancia incluso Movistar, apuraban la posibilidad de sumar un triunfo de prestigio en la cota burgalesa, bajo el control pausado de Deceunink. Bahrain, como la escuadra holandesa que jugaba a la contra con George Bennett, parecía decidida a colar de lejos a su mejor valor, Mikel Landa.
Se impuso, no obstante, la cautela y los escaladores comenzaron a hacer cálculos, dosificando combustible, compartiendo frente compacto al afrontar el tramo decisivo. Al asomarse a la banderola que señalaba cinco kilómetros para la cumbre, se encendía definitivamente la traca.
Tras el trabajo de Damiano Caruso, su jefe de filas, Mikel Landa, asestó el primer golpe sobre la mesa con una zambombazo largo y duro que aguantaron a duras penas Sosa, Carapaz, Chaves, Evenepoel, Yates, Bennett y pocos más.
A falta de tres, el alavés del Barhain imprimió una marcha más que pareció poner contra las cuerdas a Evenepoel, aferrado a la energía extra de su maillot. A falta de dos vio cómo el belga se aferraba a la tesis de que no hay mejor manera de defenderse que tomar la iniciativa y pasar al ataque, marcando el ritmo de una ascensión en la que Joao Almeida conseguía recuperar, contracorriente, todo el terreno que había cedido en el primer tramo.
Ahí acabó, en términos absolutos, la ronda castellana. Kilómetro y medio antes de lo señalado en el libro de ruta. Evenopoel asestaba un zapatazo para frenar la ofensiva de sus rivales con una demostración de fuerza que contuvieron, como buenamente pudieron, sus dos compañeros de cordada.
Pudo parecer un tremendo error de cálculo. Pero se demostró una cortina de humo con la que intentaba atosigar, más a Landa que a Sosa, que se anotó su tercer triunfo consecutivo en las Lagunas. El alavés obtenía recompensa a una jornada de entrega ilimitada. El vitoriano acabó enmarcado, en la clasificación final, entre el fenómeno de Flandes y Joao Almeida.